domingo, 5 de febrero de 2012

Recuerdos que nunca podrás borrar

Me interno en el verde y espeso bosque, apartando ramas por el camino. Todo está húmedo y resbaladizo, y más de una vez doy un traspié y caigo al suelo, pero me levanto, me limpio el barro y sigo caminando. The scientist, de Coldplay acompaña mis pasos.
Nobody said it was easy…No one ever said it would be so hard. I’m going back to the start.
Ahí es adonde voy yo. Al principio.
Por fin llego al claro del bosque donde todo comenzó. Una bonita tarde de otoño, cuando el bosque era de alegres colores amarillos y naranjas. Cuando él seguía aquí. Cuando yo era feliz.
Me dirijo hacia el árbol que hay en medio del claro. Es grande y robusto, y sus ramas bailan desnudas en el viento. De lejos parece como cualquier otro árbol, pero si te acercas lo suficiente puedes apreciar las miles de palabras que adornan su tronco. Es un poema. Es mi poema.
Aquel día me llevó a este claro con los ojos vendados, guiándome con mucho cuidado entre las ramas y raíces de los arboles. Dijo que tenía un regalo para mí. Cuando llegamos, me quitó la venda. Pude reconocer su caligrafía sobre el árbol. Me leyó el poema al oído, y entre susurro y susurro, me daba un beso en el lóbulo de la oreja. Y yo me creía todo lo que me decía.
Aquella tarde le dije te quiero por primera vez. Y él me lo devolvió con una sonrisa.
No puedo evitar que las lágrimas se escapen de mis ojos. Cuando él se fue, me juré a mi misma no volver aquí. Pero no me había dado cuenta de que me dejaba algo.
Saco la navaja del abrigo. Tomo aire lentamente, y comienzo a rascar la corteza del árbol, borrando esas palabras de amor. Mentiras.
No sé cuanto tiempo estoy ahí, pero el frío ya me ha calado hasta la médula, y casi ni puedo mover los dedos. Pero lo he conseguido. Ya no queda ni rastro de ese poema…en el árbol.
En mi cabeza me lo se de memoria de las miles y miles de veces que lo he leído.